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El drama de una vecina de Saavedra con dengue grave: recorrió cuatro hospitales pensando que tenía coronavirus

La paciente estuvo incluso en la guardia del Hospital Pirovano. “Si no tengo dengue, de acá me voy con COVID-19”, pensó.

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Sofía Gardella, una bailarina de tango y vecina de Saavedra, sufrió una odisea porque se contagió dengue pero el sistema de salud no trató su caso de forma apropiada, porque al comienzo la atendieron como paciente de coronavirus.

En diálogo con Infobae, contó que a comienzos de abril padeció puntadas, vómitos y malestar general en su cuerpo. Llamó al 107 para saber si su sintomatología era compatible con coronavirus: “Me preguntaron si tenía tos, dolor de garganta o dificultad para respirar. Contesté que no y, como tampoco había viajado al exterior, ni había estado en contacto con personas que lo hubieran hecho, me dijeron que no me preocupara. Del dengue, en cambio, no me mencionaron ni una palabra”.

Luego, tuvo sangrado en su orina, por eso fue a la Clínica Adventista de Belgrano, donde le sugirieron que se hiciera una ecografía para asegurarse de no tener una infección en la pelvis: “Me comuniqué con el Centro Rossi para pedir un turno. Me preguntaron qué síntomas tenía y, cuando les comenté que tenía fiebre, me contestaron que por protocolo no podían recibirme”.

Al día siguiente, quinto desde que empezó con la sintomatología, fue a la guardia del Hospital Pirovano. “Me mandaron al salón de los febriles, donde había otras cuatro personas. Lo único que pensaba era: ‘Si no tengo dengue, de acá me voy con COVID-19’”, cuenta Sofía. Al final, le sacaron sangre y cinco horas después le dieron el resultado. “Me dijeron que tenía bajas las plaquetas y los leucocitos, pero que me quedara tranquila que no era coronavirus. Así como estaba, me mandaron a mi casa”, sostiene.

Sofía es bailarina. Así posaba en una muestra de baile en el Salón Canning Tango.

Al anochecer, se brotó: los brazos, la panza, las manos. Con ese aspecto se hizo atender en el Sanatorio de la Trinidad y allí le diagnosticaron dengue, de los más graves. “Para ese momento ya no tenía fiebre, pero sentía que el cuerpo me quemaba. La picazón era como una especie de fuego que venía desde la sangre”.

“Estaba sola en la clínica, no podía recibir visitas y todo el contexto del hospital me daba miedo. Los médicos venían a atenderme todos tapados porque podían ser portadores asintomáticos de coronavirus. Como si fuera poco, se me hincharon las manos y los tobillos: no tenía ni fuerza para abrir una botella de agua. En un momento pensé que no iba a poder bailar nunca más. Ahí entendí por qué al dengue le dicen la fiebre rompehuesos”.

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