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El Barrio

Visita al centro de jubilados del Parque Saavedra: “Es una alegría pasar la tarde con los muchachos”

Truco, tejo o solo una charla de camaradería son la constante en el Centro de Jubilados y Pensionados Unión Recreativa Parque Saavedra.

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“Pasa que Goyeneche nunca manejó un colectivo”, dice Rubén como al pasar, mientras fuma y estira las piernas en uno de los bancos de cemento. A pocos metros lo escucha Mario y entonces a paso lento pero firme lo encara, levanta el dedo y con la mayor seriedad le espeta: “No te lo permito”. Luego de un instante de tensión todo estalla en risas y los adultos mayores que pueblan el centro de jubilados del corazón del Parque Saavedra rearman la tarde con otra charla, otra chanza, para pasar el rato.

Así lo hacen a diario, en este espacio cedido por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires al Centro de Jubilados y Pensionados Unión Recreativa Parque Saavedra (García Del Río 3369), una institución con más de medio siglo de vida y decenas de socios que mantienen a pulmón las instalaciones que constan de una cancha de tejo, una sala llena de trofeos y una mesa de paño para jugar baraja y varios bancos de material.

Rubén nos cuenta que hace décadas asiste al lugar y que es punto de reunión de muchos vecinos que se conocen de toda la vida. “Había un señor que venía con la vaca lechera a ordeñar, había un palomar que lo tiraron a la miercole, de esa época que viene este lugar”, dice.

Ángel (boina beige, pulover a rayas y vaquero celeste) vino por primera vez al centro de jubilados en 1995. “Antes de jubilarme no tenía tiempo. Ahora es una alegría pasar la tarde con los muchachos. Uno de los mejores recuerdos de acá es cuando vinieron los nenes de una escuela y les mostramos cómo jugar al tejo”.

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“Acá se viene a pasar el tiempo de cualquier manera, es hermoso esto”, dice Ángel para cerrar mientras lo llaman a tirar los tejos celestes y definir la partida de la tarde.

Lilo (campera celeste, gorra clara y pañuelo oscuro) tiene 92 años y nació en Brasil, luego vivió y trabajó en Uruguay y en los años setenta llegó a Argentina. “Estoy agradecido a todo lo que me dio este país”, dice mientras juega a la escoba de quince con sus compañeros de partida, un hábito que tiene hace casi una década y media desde que vino por primera vez al centro de jubilados.

“Allá en Uruguay en la época de la dictadura me tuvieron cuatro veces “en la sombra” (detenido), pude zafar y me vine para acá. Me tenían esperando con los brazos abiertos. Se me dieron cosas hermosa acá”, agrega.

El Gobierno porteño permite el funcionamiento del centro, pero pone de condición no hacer ninguna instalación de envergadura o fija, pero la habitación y la cancha los socios la cuidan y la mantienen en condiciones. De hecho, en esta última hay un botiquín para usar en casos de emergencia. También hay una cartelera con los nombres de los socios y cuestiones ligadas a la organización y administración.

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En los muros hay pintadas dedicadas al Club Atlético Platense. Hay un escudo marrón y blanco, también frases alusivas y hasta el logo de Octubre de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota.

Los socios coinciden que la convivencia con los demás habitúes del parque es buena y que mucha gente se queda viendo los partidos de tejo, por curiosidad o por compartir el gusto por el deporte.

Luego de un rato en este centro de jubilados, lo que más llama la atención es la voluntad del encuentro y sentido de pertenencia que genera no solo la institución sino el espacio verde del barrio, eje de tantas relaciones sociales en Saavedra.

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